Por Sergio Polo.
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Desde que se iniciara la campaña de
comunicación de El Renacer del Monstruo y mis amigos y allegados comenzaran a
percibir, con ciertas pinceladas, el escenario macro en el que se desarrolla la
novela, se ha convertido en algo muy común el que en reuniones informales y
conversaciones en las que participo se saquen a colación temas como el devenir
de Europa, la inacabada crisis económica que desde hace siete años nos acecha o
el auge de los partidos antisistema que en países como España y Grecia amenazan
con reestructuraciones de las deudas en el mejor de los casos. Pues bien, en una de esas conversaciones, la semana pasada, un
buen amigo me dijo: “El euro es un timo, mira como los ingleses se dieron
cuenta y no quisieron meterse y se quedaron con la libra. Ellos sí que son
listos”. Me quedé pensando en esto un buen rato pero no tenía una respuesta,
así que solo pude asentir con la cabeza. No obstante, y mirad por dónde, dio la
casualidad de que ayer mismo se conoció la noticia de que George Soros había
invertido 500MM€ en la ampliación del Santander y, en uno de los diarios de
mayor tirada venía un artículo que rezaba así––: GEORGE SOROS. El “tiburón” reflexivo que tumbó la libra––.
En ese momento vi la luz. Rápidamente
cogí mi Ipad y escribí en el buscador: “George Soros y la libra” y… no pude
contener mi emoción cuando, tras navegar por algunas de las páginas que se me
mostraron, descubrí que ahí estaba la explicación de por qué el Reino Unido no
entró en el euro. Os lo describiré muy brevemente:
El mecanismo de la tasa de cambio
europeo o ERM, por sus siglas en inglés (Exchange Rate Mechanism), se puso en
marcha dentro del Sistema Monetario Europeo en 1979 para mantener los tipos de
cambio de las diferentes monedas controlados dentro de unos márgenes estrechos
que infundieran estabilidad al mercado de divisas, esto se hizo como paso previo
a la creación de una moneda común.
Para ello se tomó como divisa de referencia
el marco y se obligaron a todas las demás a fluctuar en torno a él un máximo de
un 2,25% arriba o abajo. Todas, excepto las más débiles como la peseta, el
escudo portugués y la lira a las que se les permitió fluctuar un 6% respecto a
la moneda alemana.
El Reino Unido fue uno de los países que entró tarde en el
ERM por la oposición, fundamentalmente, de Margaret Thatcher y lo hizo en 1990.
En 1992 Alemania, que necesitaba dinero para la re-unificación, ofrecía unos altos
tipos de interés precisamente para atraer capital y para contrarrestar la inflación, mientras, el resto de Europa y especialmente el Reino Unido, se
enfrentaban a una enorme crisis económica y no podían incentivar la economía
bajando los tipos y premiando la liquidez, como hubiese sido lo normal, porque
entonces las monedas se devaluarían y perderían su rango de fluctuación.
George Soros, el avispado tiburón financiero,
se había dado cuenta de esto y empezó a acumular libras, tomadas como préstamos
mientras esperaba, como buen depredador, el mejor momento. Este llegó el
miércoles 16 de septiembre de 1992, unos días después de que un miembro del
consejo del Bundesbank dijese que podría darse una potencial re-ordenación del ERM y tras indicar, un funcionario del mismo banco central, que una devaluación
de la libra esterlina era inevitable. En ese momento Soros ordenó vender todas
las libras y comprar marcos, replicando su movimiento un gran número de
especuladores, y haciendo caer su precio a los mínimos establecidos por el ERM.
El Banco de Inglaterra trató de sostener su caída haciendo lo contrario, es
decir comprando su propia moneda, pero la avalancha vendedora era mayor y,
finalmente el primer ministro John Major no tuvo más remedio que subir los
tipos de interés en medio de una recesión económica para intentar que los
inversores compraran libras y que ésta no saliera del ERM cumpliendo así sus
compromisos. A pesar de todo la libra siguió cayendo y finalmente el Gobierno
no tuvo más remedio que sacarla y dejarla fluctuar libremente devaluándose un
15% con el marco alemán y un 25% con el dólar.
En un mes el fondo de Soros ganó
7.000MM$ mientras la defensa a ultranza de su moneda le costó a los británicos
3.300MM£ y una subida de los tipos de interés del 50% en medio de una dura
recesión económica. Siendo así, no me extraña que los británicos no quisieran
saber nada de la moneda única.