Por Sergio Polo
Según reza el diccionario
de la Real Academia Española de la lengua en su primera acepción, cinismo se define como desvergüenza en el
mentir o en la defensa y práctica de acciones o doctrinas vituperables. Es
decir, que aquellos que son cínicos mienten descaradamente sin importarles lo
que la gente que conoce la mentira piense de ellos, su rédito estriba en que
sus seguidores incondicionales, aquellos que nunca dudarán de su palabra, les
creerán y podrán usarlos a su conveniencia, ya sea para atacar a sus enemigos o
para defenderse. Es por ello que esta conducta cínica está íntimamente ligada a
la clase política porque son ellos, los políticos, al igual que ciertos líderes
religiosos y personajes públicos, los
únicos que pueden sacar algún beneficio de esta reprobable forma de actuar ya
que de lo contrario, y para el resto de los mortales que no se han sentido
elegidos por estos líderes con un rebaño al que guiar, un
cínico sería simplemente un lunático o un loco.
La forma más efectiva de
luchar contra el cinismo político es la democracia moderna, inspirada en la
separación de poderes de Montesquieu ya que garantiza el control ejercido por
el ejecutivo, y por ello, cualquier líder tocado con esta manera de entender el
poder, la detesta. No obstante la historia reciente nos ha demostrado que si no
les queda más remedio, estos líderes, tratarán de auparse al mismo dentro de
sus cauces legales y aprovechándose de su habilidad para el engaño y el cinismo.
Luego, una vez conseguido, y como caballos de Troya que penetran en las
instituciones, comenzarán a dinamitar esta forma de gobierno desde dentro
tratando de controlar a su vez el legislativo y el judicial, pasando, en poco
tiempo, a convertirse en dictadores y perpetuándose en el poder –– ahí tenemos como
ejemplos los casos de Adolf Hitler en Alemania o Hugo Chávez en Venezuela––.
Es por esta razón que no
hay nada más peligroso para una sociedad, sea de la clase que sea, que un líder
cínico, civil, militar o religioso, con una amplia base de seguidores
desengañados de una mala experiencia anterior, y que aprovechándose de esta
debilidad sepa seducirlos con la melodía de su música obnubilante hasta el
punto de ser capaz de llevarlos al borde del río Weser para, una vez allí y tal
y como les ocurriera a los ratones del flautista de Hamelín, hacer que se
lancen al agua pensando que serán purificados en vez de que, lo que les ocurra,
muy probablemente sea que perecerán ahogados.
Sergio, tu artículo es el vivo reflejo de lo que nos está sucediendo con el dictador que nos gobierna. Sería bueno que escribieras el artículo de cómo solucionar el problema. Enhorabuena.
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