No hace
falta ser un gran observador para comprobar que la temperatura de nuestro
planeta, y no estoy hablando aquí sólo del clima ––que también––, últimamente
no hace más que subir de forma continua y alarmante. Vivimos en un mundo
cargado de tensiones disruptivas que amenazan la estabilidad de nuestras
sociedades, incluida la nuestra y de nuestro modo de vida: el cambio climático,
las desigualdades sociales y el auge de ciertos extremismos en Europa, la
avalancha de refugiados de las guerras de Irak y Siria, la amenaza de nuevas
crisis o el terrorismo islámico que se ha extendido por el mundo, como una
hidra, de forma implacable. Todas estas tensiones están haciendo que los
ciudadanos occidentales miremos hacia el futuro con un profundo malestar y un
gran desasosiego. Pero, analicémoslo a fondo: ¿por qué se están produciendo
todas ellas en tan corto espacio de tiempo, casi a la vez? ¿Es casualidad o
tienen algo que ver?
Fijémonos
en una de las citas más famosas de Victor Frankl, dice así: “La salud ––mental––
se basa en un cierto grado de tensión, la tensión existente entre lo que ya se
ha logrado y lo que todavía no se ha conseguido; o el vacío entre lo que se es
y lo que debería ser”. A este concepto de tensión o de salud, como lo denomina
Victor Frankl, yo lo llamaría motivación y tiene mucho que ver con una natural
ambición humana por mejorar a través del esfuerzo, lo cual es muy loable y para
mí, también, la única forma de avanzar hacia estados o sistemas, bien sean
individuales o colectivos, no sé si más beneficiosos pero sí más complejos.
Si nos
fijamos en cómo se produce la motivación, ésta viene debida como una reacción
al querer conseguir aquello que anhelamos al hacer nuestra una información o
mensaje que nos llega a través de la comunicación ––no podemos desear lo que no
conocemos––. En un mundo como en el que vivimos, donde la comunicación
telemática es tan amplia como instantánea y la distancia física se ha reducido
de forma tan considerable, casi cualquier persona de este planeta está sometida
constantemente a un bombardeo de información que la hace reaccionar a cada poco
produciéndole nuevas motivaciones; ese bombardeo viene a hacer que las
sociedades, los grupos sociales y las personas individuales se muevan
replicando el movimiento de los átomos de un gas, en un espacio cerrado, cuando
se le aplica calor ––cada vez se mueven con mayor rapidez y fuerza, de ahí que
los acontecimientos se sucedan tan deprisa––, las protestas sociales y los
deseos de cambio producidos por la crisis y que tuvieron su exponente en el 15
de mayo, las transformaciones tan radicales experimentadas en la forma de vida
de ciertos jóvenes que, de ser normales, de
pronto pasan a convertirse en yihadistas o en cómo la sociedad occidental
asume la pérdida de ciertas libertades, a cambio de seguridad, tras las
protestas contra el Sistema, las avalanchas de refugiados procedentes de Siria
y, más aún, tras los atentados de París, dan cuenta de ello .
Volviendo a
la cita anterior de Victor Frankl, estas motivaciones no son más que tensiones,
tensiones que se traducen en la física como fuerzas y, por ende, en energía. No
sé cómo lo vamos a arreglar, es muy difícil, pero tenemos que hacerlo porque,
de lo contrario, yo sólo os digo una cosa: llenad una olla de agua, tapadla, cargadla
de tensiones aplicándole cada vez más energía y esperad un rato a ver qué pasa.
Esperemos
por nuestro bien, el de nuestros hijos y el del resto de planetas del Sistema
Solar, tal y como ilustra la fotografía de la viñeta de Idígoras y Pachi publicada en El Mundo y que he elegido para acompañar esta entrada, que todo
salga bien. Mientras tanto, pongamos nuestro granito de arena tratando de no
hacer daño a los demás y disfrutemos del presente, al menos, mientras podamos.
SP.
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