Por Sergio Polo
El universo de las
empresas es como un cuento de hadas, un mundo mágico y de sueños donde se dan
cosas inimaginables, tanto es así que, la mayoría de las veces, las estrellas
se convierten en vacas y las vacas se comen a los perros. Esto, que podría ser
el argumento, como decimos, de un cuento de hadas, es la original forma como la
consultora Boston Consulting Group ideó la que posiblemente sea la matriz más famosa del management para el
análisis de negocios. Dicha matriz se estructura en cuatro celdas, donde en
función del crecimiento del mercado en el que se desenvuelva la empresa y de la
cuota que ésta ostente en dicho mercado, se catalogará a la misma como
estrella, vaca, interrogante o perro.
La mejor condición de este
universo particular y a la que todos aspiran es a convertirse en vaca. La vaca lleva
una vida sosegada y tranquila, tiene una alta participación en un mercado
maduro o de bajo crecimiento donde muy difícilmente van a irrumpir nuevos
competidores. Se dedica fundamentalmente a pastar y a dar leche o, lo que es lo
mismo, a consumir poco y a dar muchos beneficios. A la vaca la precede la
estrella, que tiene una participación alta en un mercado que crece y que, antes
o después, se volverá maduro. La estrella se dedica a generar recursos que debe
invertir constantemente para así brillar más, alcanzar mayor cuota y, cuando el
mercado esté consolidado, convertirse en vaca. El principal problema que tiene
la estrella es que, como el mercado está creciendo y por lo tanto generando
nuevas oportunidades, debe de estar siempre vigilante para impedir que otros,
en este caso el interrogante, se quede con ellas y le arrebate su posición.
Luego, en un estadio
inferior, como los parias de esta clasificación, se encuentran el interrogante
y el perro. El interrogante tiene una baja participación en un mercado que
crece y que por lo tanto sigue generando oportunidades. El interrogante aún no
ha tirado la toalla y, como hemos dicho antes, aspira a convertirse en
estrella; pero no lo tiene fácil y tendrá que estar ahí, siempre al acecho, para
aprovecharse de algún error de ésta y ocupar así su posición; algo que, de no
conseguirlo, le llevará automáticamente y cuando el mercado madure a
convertirse en perro. Por último y cerrando la tabla se encuentra el perro. El
perro, a cuyo grupo yo diría que pertenece el 90% o más de las empresas de
nuestro país, tiene una baja participación en un mercado que no crece y donde
la que lo domina y de verdad come y disfruta
de él es la vaca. ¿Por qué se llama perro?: porque no produce
beneficios, no reluce, y ni siquiera genera dudas de que pueda hacerlo; sólo
ladra y ladra en una queja constante por creerse con la mala suerte de ser
perro y sin ser consciente de que, en la mayoría de las ocasiones, no es
cuestión de suerte si no que se elige serlo.
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