Por Sergio Polo
No son pocos los críticos con el
actual Sistema, que rige nuestras
economías y nos gobierna, que opinan
que, al final de la Segunda Guerra Mundial, los Estados Unidos promovieron, con
los acuerdos de Bretton Woods y con el pretexto de llegar a una paz duradera,
un mundo diseñado a su medida.
Si nos remontamos a los antecedentes,
con la economía aún sumida en la Gran Depresión, y aprovechándose de la
contienda en territorio europeo, el país americano, convertido desde el final
de la Primera Guerra Mundial en una gran potencia, había puesto a funcionar sus
industrias a todo gas para suministrar a los aliados todo tipo de provisiones;
provisiones que pasaban por víveres, armamento e incluso dinero. Con ello
consiguieron en un tiempo récord lo que no habían logrado durante los diez años
anteriores: dejar atrás la devastadora crisis que había sumido a una gran masa
de su población en la pobreza y emerger, tras la guerra, como la economía más
fuerte del mundo, con una potencia industrial inigualable y, a la vez, con la
mayor acumulación de capital jamás vista.
Ya en los inicios del conflicto,
Estados Unidos comenzó a vislumbrar los beneficios que la guerra le podía
reportar. Beneficios que se veían traducidos en un incremento sustancial de sus
exportaciones y en un rápido crecimiento de su economía que había permanecido
estancada durante más de una década. Tanto es así que en 1941, en la famosa
declaración conocida como Carta del
Atlántico suscrita a bordo del USS
Augusta, el presidente Roosevelt junto con el primer ministro británico,
Winston Churchill, comenzaron a pergeñar lo que sería el mundo de la posguerra;
un mundo sin restricciones al comercio y circunscrito en un marco excepcional
de seguridad, sobre todo marítima, con el pretexto de preservar la paz.
La guerra continuó aún durante cuatro
años más y, conforme se aproximaba el final de la contienda en Europa, los
Estados Unidos vieron en la necesidad de crear un orden de posguerra una manera
de garantizar su prosperidad. Buscaron para ello la confirmación de su modelo,
un modelo que continuaría con la etapa de crecimiento iniciada al principio del
conflicto. De ahí surgieron los famosos acuerdos de Bretton Woods, en los que,
aprovechándose de la hegemonía con la que en aquel momento contaban y ante las
delegaciones de cuarenta y cuatro países, hicieron que se impusiera el modelo
económico internacional ideado por su compatriota Harry Dexter frente al de su
oponente británico John Maynard Keynes, que había defendido una mayor
intervención de la economía por parte de organismos supranacionales. Los
americanos querían un modelo donde se abriesen nuevos mercados para exportar y
de ahí, con la base de de los acuerdos de Bretton Woods hechos a su medida, se
potenció el Plan Marshall para permitir que los países europeos, necesitados de
ingentes cantidades de recursos para su reconstrucción, pudieran adquirir
materias primas y productos fabricados allí. No obstante sería injusto negar la
fuerte influencia que el citado Plan Marshall tuvo en el crecimiento y
normalización de las economías europeas, que por otro lado contribuyeron, junto
con la Teoría de la Contención y la Doctrina
Truman, a evitar que algunos estados cayeran bajo la órbita del comunismo,
la otra alternativa al modelo de libre comercio que los Estados Unidos
promulgaban. Tanto es así que el viceministro de Asuntos Exteriores soviético
Andréi Vyshinski, visiblemente molesto, llegó a decir que el Plan Marshall
violaba los principios de las Naciones Unidas y acusó a los americanos de
intentar imponer su voluntad sobre otros países mientras utilizaba la ayuda
como un instrumento de control político.
Luego, con el planeta ya dividido en
dos grandes bloques, el mundo se sumió en los capítulos más oscuros de la
guerra fría. Capítulos que trajeron
consigo los años más activos del espionaje y contraespionaje protagonizados por
las llamadas “Agencias”, en los que la KGB
soviética y la Central Intelligence
Agency norteamericana, más conocida como CIA, clandestinamente, desestabilizaron estados y derrocaron y
pusieron gobiernos en una continua escalada por tratar de imponer, por parte de unos y de otros, lo que
sería, a ojos como decimos de no pocos críticos actuales con el actual Sistema, un mundo a su medida.
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