
Con
el paso de los años, a veces, he llegado a dudar de que la memoria sea justa, ya
que son muchas las cosas que se van borrando y no están ahí cuando las quieres
recordar. Sin embargo, de aquel curso del 88/89 de los Maristas, siempre añoraré
las clases de lengua con Miguel Fuentes. Un docente de vocación y mejor persona
al que le tengo un enorme cariño. El cariño de un alumno que con 14 ó 15 años se
siente lleno de curiosidad por explorar el mundo y descubre, poco a poco y
gracias a su profesor de lengua, que entre la variedad de caminos que se abren frente
a él hay uno, la literatura, para el que no sólo tiene aptitudes sino que además lo
necesita y le divierte.
Miguel se preocupaba de sus clases y, sobre todo, de
sus alumnos. Tenía y tiene empatía, esa extraña cualidad que hace que algunas
personas sensibles se pongan en el otro lado para sacar lo mejor del que tienen
delante. En sus clases me recuerdo imaginando, desarrollando mi creatividad para
complacerle; tratando durante el fin de semana de hacer la más original de las
redacciones y esperando su aprobación al lunes siguiente. Al
principio era una obligación, pero pronto percibí que era un ejercicio que
necesitaba y, con el paso del tiempo, que me apasionaba. Descubrí que
escribiendo podía encontrarme, ser yo y
sacar lo mejor de mí. Un yo diferente y mucho más amplio que el que era cuando
no lo hacía. Y por eso, desde aquel curso 88/89 de los Maristas de Huelva,
nunca más dejé de hacerlo.
Sólo puedo darte las gracias Miguel; gracias por haberme hecho ser yo, gracias por encontrarme.
PROFECÍA DE LAS
PLAZAS
Autor: Miguel
Fuentes.
Versátiles Editorial.
Poesía - 75 páginas.