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jueves, 19 de mayo de 2016

Está pasando... Unidos Podemos = ¿Cambiemos?



––¡Querido Sergio: Ya te dije que está pasando!–– me gritó Septimus tras detenerse y señalarme con su dedo índice acusador, como siempre que se dirigía a mí para confirmar los vaticinios de la novela.

Yo, que iba un poco adelantado, me giré parándome en seco y miré primero a su dedo y luego a él. Encarábamos ya el cruce con la Carrera de San Jerónimo, el mismo sitio donde el día 22 de marzo del año 2021 dos tanquetas del ejército y cinco militares le darían el alto a Raúl Peña López, uno de los protagonistas, impidiéndole acudir al trabajo.

–– ¡Y fíjate! –– continuó alzando la voz con los ojos fuera de sus órbitas como sólo un loco o un poseso podría hacerlo––: ¡los últimos movimientos de Podemos con su alianza de la semana pasada con Izquierda Unida se convertirán en el ‘Cambiemos’ de tu libro, la coalición que ganará las elecciones dentro de cinco años y que las élites y los mercados no dejarán gobernar porque darán un golpe de Estado!

Miré a mi alrededor y, con un poco de vergüenza, me di cuenta de que la gente nos observaba. Fue entonces cuando bajé la vista y, tras una pequeña pausa, la alcé de nuevo; me arrimé un poco para hablarle en voz baja y le contesté, casi susurrando:
–– Llevas razón, Septimus; pero todavía faltan dos cosas: la unión de los partidos minoritarios de izquierdas y los nacionalistas, y la escisión del PSOE.
–– ¡Pero no seas inocente, chiquillo! ¡Eso está a la vuelta de la esquina, si no ya lo verás!–– me respondió alzando de nuevo el tono––. El primer paso ha sido la unión con Izquierda Unida y luego vendrán los minoritarios y los nacionalistas. En cuanto a lo del PSOE,  tiempo al tiempo, espera a que Pedro Sánchez se dé otro batacazo y entonces tendrán que decidir a quiénes apoyan o con quiénes se juntan, el partido se partirá en dos y un grupo importante de dirigentes y militantes se pasará a la coalición de Podemos o Cambiemos o… como quiera que se llame, aquí o en tu libro, ya lo verás.

En ese momento no tuve más remedio que asentir ante lo evidente y continuar andando. Habíamos quedado a la una y cuarto con un amigo periodista en el Café del Príncipe, a unos doscientos metros de allí, para hablar de El Renacer del Monstruo. Nada más entrar lo vi sentado en una mesa junto a la ventana. Gabriel se puso en pie en seguida y sonriéndome me tendió la mano para saludarme. Hacía poco tiempo que lo conocía. Alto y desgarbado, con la cabeza rapada al cero, iba vestido con una camisa blanca de mangas cortas mostrando unos pálidos y delgados antebrazos que le conferían un aspecto de debilidad extrema, casi enfermiza. Él era paisano mío, de Huelva, y me contactó unos meses atrás por twitter para hacerme una entrevista para un blog de política con el que colaboraba. Se lo presenté a Septimus y ambos se saludaron también estrechándose la mano de forma amigable antes de sentarse.

Desde el momento en que puse los ojos en él, nada más llegar a la cafetería, Gabriel me pareció excitado y por eso me llamó particularmente la atención; ahora  se removía en su silla con una mano en lo alto, impaciente,  buscando al camarero. Cuando por fin éste lo vio, acudió raudo a nuestra mesa.
––Díganme–– nos apremió.
Le pedimos tres vermuts y unas aceitunas, y se marchó veloz por donde había venido.
Fue en ese momento cuando Gabriel me miró a los ojos con fijeza y supe que me iba a decir algo importante, ya que sus pupilas bailaban brillando de forma exagerada, presa de la excitación.
–– ¡Está pasando, Sergio; El Renacer del Monstruo está pasando! –– me soltó de pronto mientras  sonreía y negaba con la cabeza como si no se lo creyera.
Con sumo cuidado y un poco aturdido miré a Septimus, de reojo, esperando su reacción y vi que éste, como no queriendo perderse lo que mi amigo el periodista nos iba a decir, se echaba hacia atrás enarcando una ceja mientras cruzaba los brazos y se sujetaba con una de sus manos el mentón de la barbilla. Inmediatamente volví la vista otra vez hacia Gabriel, últimamente eran muchas cosas las cosas que contaba la novela y que estaban sucediendo: el posible Brexit, las condiciones del tercer rescate griego, el auge de los nacionalismos y la extrema derecha en Europa, el cuestionamiento del tratado Schengen, la potenciación de Europol o la grave desaceleración económica mundial que nos podía poner en las puertas de una nueva crisis a un par de años o tres vista.  Por todas estas razones mucha gente ahora me catalogaba de visionario, entre ellas Septimus, algo que me incomodaba y que él sabía que yo no llevaba demasiado bien.
–– ¿A qué te refieres?–– le pregunté forzando una sonrisa.
–– ¿No te has enterado? Acaban de anunciar que dieciséis nuevos partidos minoritarios y nacionalistas de izquierdas formarán parte de la coalición de Unidos Podemos.
Noté entonces como Septimus, con el cuerpo en tensión, se echaba hacia adelante, despacio, y me agarraba el brazo con una mano mientras me señalaba con su dedo índice acusador, con la otra. Yo no quería mirarle pero lo hice; su cara era el fiel reflejo de la satisfacción.
–– Querido Sergio, te lo dije: para que se cumpla el pronóstico de tu novela ya falta una cosa menos.

Pasadlo bien.

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SINOPSIS

Año 2021. La sociedad española está al límite por los efectos de una de las peores crisis económicas de la historia de Europa. Tras unas elecciones generales, una coalición de partidos antisistema, dispuesto a cambiar radicalmente el insostenible panorama social y económico del país, obtiene la mayoría de los votos. Pero las altas instancias de la política y las finanzas —incluso más allá de nuestras propias fronteras— no están dispuestas a perder el control de la situación y utilizarán cualquier medio, lícito o ilícito, para recuperarlo.
En este desolador escenario, todavía queda espacio para la esperanza, el amor e incluso la felicidad de unos personajes que luchan por sobrevivir, más allá de los oscuros designios a los que son llevados por aquellos que manejan  la  política y la economía.


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martes, 15 de diciembre de 2015

20D: el mayor cambio político para que nada cambie



Si hay algo que tengo claro es que después de las elecciones del 20 de diciembre, gane quien gane, seguirán gobernando los mismos; es decir: los políticos de Bruselas, por mandato de los mercados y seguidos muy de cerca por la troika. Es por ello que cada vez es mayor el nivel de degradación de las campañas, dominadas por lo superficial de la chabacanería y los insultos, donde son más importantes los detalles nimios de los candidatos como el color de las corbatas, la habilidad para preparar una empanada o  las collejas al niño  que el mensaje de lo que harán una vez que lleguen al gobierno. Y esto es así por lo que ya se ha apuntado: porque no serán ellos quienes gobiernen ya que todos y cada uno de los partidos, incluido Podemos, estarán obligados a caminar por la senda del neoliberalismo que marcan los que de verdad lo hacen, es decir: las élites económicas de las que ya hemos hablado: ¿Qué si no es lo que ha sucedido en Grecia?
Desde los acuerdos de Breton Woods que tras la segunda guerra mundial configuraron el actual Sistema de libre comercio, los márgenes de los gobiernos para hacer política se han ido estrechando cada vez más, guardando una relación inversamente proporcional a los márgenes operativos de las grandes corporaciones y multinacionales.

Fijaos en una cosa, durante la campaña que ya dura casi un año, todos y cada uno de los partidos y candidatos, incluido, como digo, Podemos, han ido buscando el ‘centro’ como el único lugar donde les permiten estar ––otra cosa será dirimir si ese sitio al que llaman ‘centro’ lo es de verdad y no un lugar que nos han vendido a través del marketing político––. Uno, caso del PP, reafirmándose en él y poniendo en valor o, mejor dicho, vendiendo sus buenas relaciones con Alemania, con los mercados y también su experiencia de gestión como sus mayores atractivos. Otro, el PSOE, al que por combatir al competidor que le salió primero por la izquierda ––Podemos–– quiso escorarse hacia ese lado y descuidó el flanco derecho, precisamente el que ocupa el ‘centro’ político, dejando a gran parte de su electorado en manos del otro partido emergente “Ciudadanos” por lo que desde hace unos meses, y siendo consciente ya de su error, ha vuelto pelear por el ‘centro’ y aunque remonta un poco ––según vaticinan las encuestas–– va a pagar cara su indefinición cosechando peores resultados que cuando lo dejó Rubalcaba. Por otro lado, Podemos hace tiempo que dejó de ser el partido de izquierdas heredero del 15M y de los desencantados con el Sistema, para ir poco a poco transitando hacia posiciones socialdemócratas y más aún tras la traumática experiencia de sus correligionarios griegos de Syriza, donde las élites europeas dejaron claro hasta dónde estaban dispuestos a llegar y cuál era el mensaje. Y por último Ciudadanos que en apenas un año se ha erigido como el partido de los desencantados de ‘centro’, aquellos que reniegan del PP y del PSOE en buena parte por la indefinición del espectro político de este último al escorarse a la izquierda para contrarrestar a Podemos y, sobre todo, por la enorme corrupción de ambos.

Así las cosas, podemos decir que tenemos cuatro partidos de ‘centro’ ––unos más que otros–– con posibilidades de formar gobierno, eso sí nunca en solitario sino pactando entre ellos. Un divide y vencerás en el que no sé si habrán tenido algo que ver las élites, los mercados o incluso la troika ––que para el caso es lo mismo––, pero que ha supuesto y seguramente va a suponer el mayor cambio en la política de nuestro país desde la transición democrática ¿Y todo esto para qué? Yo os lo diré aún sin tomar partido ni entrar a valorar si es bueno o malo, pero lo que sí sé es que es una jugada perfecta para que nada cambie y sigan gobernando los mismos.



Pasadlo bien.

SP
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sábado, 10 de octubre de 2015

¿Qué es un ANTISISTEMA?: Un extremista de izquierdas, también de derechas y algunos más.

Queridos amigos: hace tiempo que no hago una entrada para el blog y, aunque os iba a pedir disculpas, ciertamente no las merezco. Como os decía, no merezco las disculpas, pero sí entenderéis que desde hace un mes para acá, con la vorágine en la que ha entrado la propia promoción de la novela, el tiempo del que dispongo para hacer cosas que me gustan, como esta de escribir, se haya reducido considerablemente. Lo bueno es que tengo muchos temas sobre los que hacerlo, ya que el contacto con el público es sumamente enriquecedor y me abre a perspectivas y planteamientos que sin su ayuda, con toda probabilidad, no me habría hecho.
Uno de los temas que más me han hecho reflexionar, últimamente, es la pregunta, ya repetida en diversas ocasiones, de qué es para mí un antisitema. Pues bien, en primer lugar tengo que decir que antisistema es una palabra que aunque no está reconocida oficialmente por la RAE sí está recogida, como un adjetivo, en el avance de la vigésimo tercera edición de su diccionario. Su significado: contrario al sistema social o político establecidos.
Para empezar, tengo que señalar que efectivamente y como todos sabemos, vivimos en una sociedad regida por dos sistemas, uno político y otro económico. Nuestro sistema político es la democracia basada, al mismo tiempo, en los principios de igualdad, libertad, constitución y representatividad de la revolución francesa de 1789. A su vez, nuestro sistema económico es el capitalismo, planteado desde el libre mercado y la propiedad privada como ejes fundamentales. Si observamos bien, ambos, la democracia y el capitalismo, se basan para llevarlos a cabo en una cuestión común, algo tan primordial como es el respeto a la ley.
Pues bien, partiendo de esta base, un antisistema sería para mí alguien que estuviera en contra de la democracia o el capitalismo, o ambos al mismo tiempo. Un antisistema sería una persona o grupo social que defendiera la anarquía, el comunismo, el feudalismo o el absolutismo; pero también aquellos que defienden, la plutocracia, la noocracia, la corporatocracia,  el nepotismo o la cleptocracia entre otros. También puede ser que aunque no los defiendan públicamente estén en contra de los valores antes comentados de la democracia y el capitalismo por sus actos y comportamientos, ya que los situaría al margen de la ley. Si nos atenemos a esto, ¿quién sería más antisistema?: ¿un anarquista o un político corrupto? ¿un comunista o una administración nepotista que enchufara a sus familiares o amigos? ¿un absolutista o un banquero que estafa a sus clientes vendiéndole productos engañosos como las preferentes? ¿un teócrata o un político que sólo pudiera ser juzgado por un tribunal especial como es el Supremo? Júzguenlo ustedes mismos y saquen sus propias conclusiones.

Se nos hincha la boca llamando antisistema a aquellos que desde fuera tratan de cambiarlo, pero no nos damos cuenta de que los que más daño le hacen a nuestra convivencia son aquellos que como un cáncer lo dinamitan desde dentro.